Vinculación con el medio en tiempos digitales: desafíos, aprendizajes y oportunidades

1. Introducción

Cuando en 2020 las aulas se vaciaron y los campus quedaron en silencio, la educación superior se vio forzada a reinventarse. La docencia migró a pantallas, los laboratorios se pausaron y las reuniones de trabajo se trasladaron a videollamadas. Pero hubo un ámbito que enfrentó un desafío aún mayor: la vinculación con el medio.

Tradicionalmente pensada desde la presencialidad, el territorio y el contacto directo con comunidades, instituciones y organizaciones, la vinculación tuvo que aprender —a toda velocidad— a traducirse en formatos digitales. Y en ese proceso emergieron tanto brechas evidentes como oportunidades inéditas.

Este artículo propone mirar ese tránsito: qué aprendimos, qué obstáculos persisten y cómo las instituciones pueden aprovechar esta experiencia para ampliar el alcance y el sentido de la vinculación en el presente y el futuro.

2. De la emergencia sanitaria a la transformación digital

Durante los primeros meses de la pandemia, muchas áreas de vinculación se vieron paralizadas. Los proyectos comunitarios, los talleres presenciales, las clínicas odontológicas, jurídicas o psicológicas, las actividades culturales y de extensión parecían imposibles de sostener sin el contacto físico.

Sin embargo, la urgencia despertó creatividad.

Lo que comenzó como una solución temporal —abrir una cuenta de Zoom, aprender a utilizar TEAMS (que tenía una experiencia de uso terrible para el usuario!) o habilitar un canal de YouTube— se transformó rápidamente en una nueva forma de operar. Charlas (o Webinars mejor dicho), tutorías virtuales, asesorías online, foros con organizaciones sociales y transmisiones en vivo pasaron a ser la norma (tengo tantas experiencias sobre esto… algún día les comentaré más).

En pocas semanas, se rompió el paradigma de que la vinculación debía ocurrir “en el territorio cercano” al campus o sede. Las tecnologías permitieron algo impensado: alcanzar comunidades distantes geográficamente, y mantener la interacción «pese al confinamiento».

Una universidad del norte de Chile pudo ofrecer talleres de emprendimiento a mujeres rurales del sur; un instituto técnico en México asesoró en línea a pequeños agricultores de Centroamérica; una escuela de psicología creó un servicio de contención emocional para familias afectadas por el encierro. La distancia dejó de ser un límite.

En esos mismos meses, distintos equipos e investigadores comenzaron también a sistematizar estas experiencias. Uno de ellos fue Nicolás Gagliardi (AIEP), quien en su ponencia ‘¿Cuál es mi frontera? Vinculación con el medio en modalidad online’ reflexionó sobre los alcances de esta modalidad y los desafíos que planteaba para las instituciones de educación superior. Ese tipo de aportes ayudó a enriquecer la conversación sobre cómo entender la vinculación en entornos digitales sin perder su raíz territorial.

3. Brechas visibles y nuevas preguntas

El entusiasmo inicial, sin embargo, reveló rápidamente las brechas estructurales que acompañan a cualquier proceso de digitalización acelerada.

Por un lado, la alfabetización digital: tanto docentes como estudiantes —y, en muchos casos, las propias comunidades beneficiarias— tuvieron que aprender sobre la marcha a manejar plataformas, compartir documentos, conectarse a videollamadas o grabar videos.

Por otro, la brecha tecnológica y de conectividad: no todas las personas ni instituciones contaban con los equipos, el ancho de banda o las condiciones adecuadas para participar plenamente. Algunos proyectos debieron rediseñarse para adaptarse a contextos rurales con acceso limitado o nulo a internet.

Y apareció una tercera brecha, menos visible pero igual de importante: la conceptual. ¿Qué significa realmente hablar de “vinculación con el medio online”? ¿Estamos frente a una modalidad completamente nueva o simplemente a una evolución de la misma práctica, mediada por tecnología?

Para muchos equipos, la respuesta fue clara: la vinculación no perdió su raíz territorial. El territorio sigue siendo físico, humano, comunitario. Lo que cambió fue la forma de acceder a él. Las tecnologías se convirtieron en un puente que permite llegar a lugares y personas antes inalcanzables, pero el sentido de la relación —el diálogo, la colaboración, la pertinencia social— sigue anclado en la realidad concreta de las comunidades.

4. Oportunidades: expansión, inclusión y aprendizajes

Una vez superada la etapa de emergencia, las instituciones comenzaron a identificar aprendizajes valiosos.

a) Extensión geográfica y social

La virtualidad abrió la posibilidad de ampliar los entornos relevantes de cada institución. Ya no se trata solo de trabajar con comunidades cercanas al campus o sede, sino también de colaborar con actores que se encuentran en otras regiones o incluso en otros países. Lo que antes requería viajes, hospedajes y altos presupuestos ahora puede gestionarse a través de encuentros virtuales de calidad (algunos dirán que quizás demasiados encuentros virtuales jeje).

b) Participación diversa

Otro aprendizaje clave fue la inclusión de nuevas audiencias. Personas con movilidad reducida, estudiantes con horarios complejos o instituciones con recursos limitados pudieron participar en actividades que antes les resultaban inaccesibles. Esto permitió democratizar la vinculación, la colaboración, el compartir buenas prácticas y ampliar el impacto social de las instituciones de educación superior.

c) Innovación en formatos y metodologías

También hubo espacio para la innovación. Algunos proyectos desarrollaron modelos híbridos, combinando trabajo remoto con intervenciones presenciales. Por ejemplo, carreras de salud que brindaron teleorientaciones a pacientes de zonas rurales, o programas de ingeniería que apoyaron a municipios en la digitalización de trámites ciudadanos.

Estos casos (entre muchísimos más) demostraron que la vinculación online no es un reemplazo de la presencialidad, sino un complemento estratégico que puede potenciar el alcance, la flexibilidad y la sostenibilidad de los proyectos.

5. Nuevos desafíos de gestión y coordinación

No obstante, el salto digital trajo consigo nuevos problemas de coordinación. Las instituciones debieron enfrentar preguntas inéditas:

  • ¿Cómo asegurar la calidad y pertinencia de proyectos cuando los socios están en regiones lejanas?
  • ¿Cómo involucrar a estudiantes de carreras semipresenciales o 100% online, cuyos tiempos y modos de trabajo difieren del resto?
  • ¿Cómo garantizar que la experiencia virtual siga promoviendo los aprendizajes esperados en cada asignatura o plan formativo?
  • ¿Cómo reconocer el trabajo que demanda la vinculación con el medio pero ahora en formato online con todas sus bondades y complejidades?

Los equipos de vinculación comenzaron a explorar nuevas formas de planificación, con protocolos, plataformas de seguimiento y espacios de reflexión pedagógica. Se fortalecieron las alianzas interinstitucionales, se diversificaron los roles de docentes y tutores/ayudantes, y se impulsó una cultura de colaboración más abierta.

Este proceso también obligó a repensar la evaluación de impacto (o contribución para que no se me asusten): medir resultados solo por asistencia o número de actividades ya no basta.

Hoy se valora más la calidad de la interacción, la pertinencia social, la continuidad de los vínculos y la transferencia efectiva de aprendizajes y capacidades.

6. Cierre: hacia una vinculación más humana y conectada

La pandemia fue, sin duda, un punto de inflexión. Obligó a las instituciones de educación superior a mirarse con humildad, a experimentar y a aprender de la incertidumbre. Pero también abrió un horizonte estimulante: el de una vinculación con el medio más flexible, más inclusiva y más consciente de su papel transformador.

Hoy sabemos que la tecnología puede ser una aliada poderosa, siempre que no olvidemos que el verdadero corazón de la vinculación sigue siendo humano: escuchar, comprender, reflexionar y colaborar con otros para construir conocimiento y bienestar compartido.

El desafío actual no es “digitalizar la vinculación”, sino integrar lo digital de manera estratégica, sin perder la esencia territorial, ética y pedagógica de esta labor.

Cada proyecto, cada encuentro, cada conversación online tiene el potencial de fortalecer una comunidad, de acercar mundos distintos y de recordarnos que el aprendizaje también ocurre cuando enseñamos, servimos y acompañamos (ahora a través de diferentes medios).

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